Tal vez ha ocurrido algo en tu vida que te ha descolocado: una pérdida, una ruptura, un cambio… pero también puede que no haya pasado nada en concreto y aun así tú sientes que ya no puedes más y cuando intentas explicarlo, lo único que te sale es: “No sé qué me pasa, pero no estoy bien.”
¿Hace falta una gran razón para pedir ayuda?
Todavía pensamos que para ir a terapia hay que tener una razón concreta y grave: una pérdida, un trauma, una ruptura… o estar un poco pa allá.
En mi experiencia, muchas de las personas que llegan a consulta lo hacen con más confusión.
Saben que algo no va bien, aunque no puedan explicarlo con claridad.
Sienten ansiedad, están más irritables de lo normal, cansancio, tristeza sin causa aparente o una especie de vacío que no se llena con nada.
Algunas crisis son silenciosas
Hay crisis que no llegan con estruendo, sino que se van instalando poco a poco.
Una situación especialmente perturbadora es aquella en la que todo “debería” estar bien porque nos va bien, porque tenemos de todo, pero por dentro hay un malestar que no encaja con esa aparente normalidad.
En realidad lo que pasa es que no todo está tan bien, pero solemos ignorar las señales.
Minimizamos lo que sentimos con frases como “ya se me pasará”, “no debería quejarme”, “hay gente con problemas de verdad”
O directamente tapamos lo que nos sucede, evitamos sentir lo que nos incomoda o nos duele.
Trabajo, planes de todo tipo, abuso del móvil, sustancias (ansiolíticos, alcohol, porros, drogas duras…) comida, relaciones extrañas, problemas ajenos…
¿Cuál es tu estrategia para evitar el dolor?
Las señales acaban apareciendo
Por muy bien que surfeemos el malestar en algún momento nuestro mundo deja de funcionar como hasta ahora y entramos en crisis. De una manera o de otra emergen las señales de que algo no va bien.
El cuerpo empieza a hablar con tensión, insomnio, apatía, irritabilidad, incluso con síntomas físicos sin explicación clara como problemas digestivos o en la piel.
Las emociones se descontrolan, no te sientes capaz de manejar la ansiedad, la tristeza o la rabia, la culpa o el miedo, la falta de ilusión o la inseguridad o lo que venga.
Y la mente se llena de ruido: pensamientos que dan vueltas o que se mueven a una velocidad de vértigo, una sensación de no reconocerte del todo.
Escuchar estas señales no es dramatizar, es empezar a cuidarte.
Si tienes un sarpullido o una contractura muscular desde hace unos días y quieres cuidarte buscas algún remedio, te vas al herbolario, al fisio, a la farmacia, al médico o se lo comentas a alguien para que te oriente.
Esto es igual.
Un espacio para entenderte, sin juicio
Ir a la psicóloga, hacer terapia, no es sólo para momentos extremos,
También es un lugar para hacer una pausa, respirar y ordenar lo que llevas dentro.
Pero si no has sido capaz de reconocer las señales y ya estás en plena crisis existencial, entonces con más razón es un momento ideal para dejarte acompañar en el tránsito y poder ver lo que es muy complicado ver en medio de la tormenta o de la incertidumbre.
El proceso no tiene por qué ser lineal, ni perfecto, pero sí uno en el que se avanza, se comprende y, con el tiempo, se sana. Uno que pueda marcar una diferencia real en cómo te sientes y te relacionas contigo.
El primer paso es darte cuenta
“No sé qué me pasa, pero no estoy bien” puede parecer una frase pequeña, pero es una señal de que algo en ti está pidiendo ser atendido. Una oportunidad para solucionar algo que no funciona del todo bien, aunque aun no sepas lo que es. Basta con observarlo para empezar.

Trabajo con personas en momentos de crisis, duelo o confusión, y lo hago desde una mirada integradora: con técnicas que ayudan a poner palabras, pero también cuerpo, emoción y experiencia a lo que estás viviendo.
Si estás atravesando un momento así, puedes escribirme
O simplemente quedarte por aquí.
Iré compartiendo ideas y reflexiones que quizás te ayuden a sentirte un poco más acompañado/a en lo que estés viviendo.