Me he formado en diferentes enfoques y técnicas porque me gusta aprender y para adaptarme mejor a las particularidades de las personas y de los trastornos. Pero lo que realmente me enamoró de mi profesión y define mi esencia como terapeuta es el Psicodrama. Me fascina su cercanía, su honestidad, su juego y la profundidad que permite alcanzar a través de la acción y del cuerpo. La claridad que emerge en ese proceso, la magia que a veces sucede… sigue maravillándome.
Si vamos a lo personal, destacaría que siempre he sido muy sensible y que desde pequeña he sentido curiosidad por conocer distintas realidades, así que me moví bastante y cambié de vida unas cuantas veces. Aprendí y disfruté en mis idas y venidas, pero también atravesé momentos difíciles, algunos de los cuales se me hicieron largos y densos. Esto me ha llevado a trabajar mucho en mi propio entendimiento, gestión emocional y autocuidado. He dedicado muchas horas a formarme, recibir terapia y supervisar mi trabajo, lo que en consulta se traduce en una escucha atenta, una comprensión profunda y una amplia variedad de recursos.
Además de mi labor como terapeuta, tengo una niña pequeña y estoy dedicando más tiempo a su crianza y a estar tranquila (para no ir como pollo sin cabeza en estos primeros años), lo que me ha llevado a ajustar mi disponibilidad. Así me aseguro de que disfruto y me comprometo con ambas cosas, con la crianza y con cada proceso terapéutico. Y la verdad es que, con sus luces y sus sombras, como todo, estoy disfrutando muchísimo de este equilibrio.