Quizás llevas un tiempo sintiéndote extraño/a, sin energía, sin rumbo, o con una tristeza que no sabes de dónde viene. Tal vez ha ocurrido algo en tu vida que te ha descolocado: una pérdida, una ruptura, un cambio… pero también puede que no haya pasado nada en concreto y aun así tú sientes que ya no puedes más y cuando intentas explicarlo, lo único que sale es: “No sé qué me pasa, pero no estoy bien.”

¿Hace falta una gran razón para pedir ayuda?

A menudo `pensamos que para ir a terapia hay que tener una razón concreta, grave y sobre todo reconocible: una pérdida, un trauma, una fobia… Eso o estar un poco pa allá.

En mi experiencia, muchas de las personas que llegan a consulta lo hacen desde un lugar mucho más difuso.
Saben que algo no va bien, aunque no puedan explicarlo con claridad.

Sienten ansiedad, confusión, cansancio constante, tristeza sin causa aparente o una especie de vacío que no se llena con nada. A veces están especialmente irritables. Otras, lo que sienten es simplemente una necesidad de parar y entenderse.

Algunas crisis son silenciosas

Hay crisis que no llegan con estruendo, sino que se van instalando poco a poco. Cambios de etapa, decisiones que nos remueven, pérdidas pequeñas que se acumulan…

Una situación especialmente perturbadora es aquella en la que todo “debería” estar bien porque tienes todo lo que se supone que trae felicidad, una suerte de éxito social, tienes pareja/s o estás a gusto soltera/o, te gusta tu casa y te la puedes permitir, tienes trabajo, salud, amigas… pero por dentro hay un malestar que no encaja con esa aparente normalidad.

En realidad esto no aparece de la nada, es muy probable que hayas ignorado las señales

Señales frecuentes

Es habitual minimizar lo que sentimos “Ya se me pasará.”, “No debería quejarme.”, “Hay gente con problemas de verdad.”… y no nos damos cuenta de que al hacerlo nos estamos descuidando.

El cuerpo empieza a hablar con tensión, insomnio, apatía, irritabilidad, incluso con síntomas físicos sin explicación clara como problemas digestivos o en la piel.

Y la mente se llena de ruido: pensamientos que dan vueltas o que se mueven a una velocidad de vértigo, miedos que antes no tenías, una sensación de no reconocerte del todo.

Escuchar estas señales no es dramatizar. Es comenzar a cuidarte.

Imaginate que te duele una muela al masticar desde hace unas semanas, o que tienes una contractura, o cualquier dolor persisitente en alguna parte del cuerpo. Lo natural es que intuyas que algo no va bien, que algo te pasa. Puede que vayas al especialista o a la farmacia o se lo comentes a alguien y puede que no lo hagas, pero si el problema empeora no te va a sorprender demasiado, porque te habías dado cuenta.

Pues bien, con las emociones funcionamos diferente. Hemos desarrollado numerosos mecanismos de defensa que nos ayudan a mirar para otro lado y evitar el dolor (volcarnos en alguna actividad, decirnos que no es para tanto, salir de cañas, centrarnos en ayudar a otros…) creándonos la ilusión de que lo que nos ha pasado nos nos afecta, que estamos bien. Y si estamos bien no vamos al especialista ni se lo comentamos a un amigo ni nos damos el espacio y el cuidado que habríamos necesitado.

Un espacio para entenderte, sin juicio

La terapia no es solo para momentos extremos, también es un lugar para hacer una pausa, respirar y ordenar lo que llevas dentro.
Un espacio donde no necesitas tener todo claro, ni saber exactamente qué quieres decir o por dónde empezar, eso va llegando a medida que te vas encontrando.

El proceso no tiene por qué ser lineal, ni perfecto, pero sí uno en el que se avanza, se comprende y, con el tiempo, se sana. Uno que pueda marcar una diferencia real en cómo te sientes y te relacionas contigo. El primer paso es  darte cuenta

“No sé qué me pasa, pero no estoy bien” puede parecer una frase pequeña, pero es una señal de que algo en ti está pidiendo ser atendido. Una oportunidad para solucionar algo que no funciona del todo bien, aunque aun no sepas lo que es. Basta con observarlo para empezar.

Trabajo con personas en momentos de crisis, duelo o confusión, y lo hago desde una mirada integradora: con técnicas que ayudan a poner palabras, pero también cuerpo, emoción y experiencia a lo que estás  viviendo.

Si estás atravesando un momento así, puedes escribirme, o simplemente quedarte por aquí. Iré compartiendo palabras, ideas y reflexiones que quizás te ayuden a sentirte un poco más acompañado/a en lo que estés viviendo.

Gracias por leer.

 

Paola psicoterapia
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